- "La Humildad es que una persona esté predicando en un gran estadio con más de 14.000 personas... y que luego se encuentre predicando en una iglesia de 9 personas con la misma entrega, el mismo fuego y la misma unción." - Contestó un hermano.
- No hermano, eso es obediencia no humildad. Cuando Dios te manda a predicar sea a 1 persona sola o a 100.000 millones, tienes que hacer lo que Dios te pide.
Una de la últimas frases que más abundan entre los predicadores es esta:
"Hermanos yo he venido para haceros bien". Esa intención no es todo lo correcta que debería ser. La intención que debe habitar en la persona es la de cumplir con la voluntad de Dios sea esa la que sea. Ya que hay acciones que parecen malas en un presente pero redundan en un bien eterno.
Sirva como ejemplo humano: Un padre lleva a su hijo para que le pongan una vacuna. Existe un dolor, un sufrimiento, un padecimiento que es el que se produce en ese momento por causa de la inyección. Pero dicho sufrimiento es para un bién mayor...
- No hermano, eso es una transformación. Es un cambio que se ha producido en la persona.
La humildad tiene dos vertinentes:
- Es el tener un dependencia total de Dios. Es estar humillado plenamente y sin condiciones a su buena voluntad. (De la misma manera que la tuvo Jesús).
Hebreos 5:7 "Cristo, sin embargo, en el tiempo de su permanencia en este mundo ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al único que podía librarlo de la muerte. Y sus oraciones fueron oídas por su ferviente deseo de obedecer a Dios." - Es el tratar a los demás como superiores a uno mismo, como si ellos estuvieran por encima de ti, de manera que lo que hagamos, lo hagamos no por la recompesa que podamos obtener (fama, gloria, honor, alabanza), sino por amor a Dios y con el deseo de que los hombres vean nuestras buenas obras y glorifiquen a Dios. (Mateo 5.16)
Ambos son cambios que solamente se pueden conseguir por medio del poder del Espíritu Santo.
Al Espiritu Santo se le puede:- Contristar o entristecer (Efesios 4.30)
- Apagar. (1 Tesalonicenses 5.19)
¡Cuidemosnos de no hacer nada que pueda dañar nuestra relación con el Espíritu Santo de Dios!
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